martes, 30 de diciembre de 2008

Chau 2008

Te voy a extrañar. A tu inicio no tenía mayor expectativa, otro año más, siendo feliz o al menos tratando y avanzando aunque sea sin saber muy bien hacia donde (*). Todo iba bien hasta que se puso mejor.

No sé qué vino primero, ni cómo sucedieron las cosas, el asunto es que había conocido un nuevo grupo de gente y estaba haciendo muchas cosas que tenía postergadas, la vida se sentía mejor que nunca. Creo que el detonante fue la gente nueva, gente especial que trajo aire nuevo y que de alguna manera me ayudo a reencontrarme, a nivelarme y me generó un entusiasmo y energía tal que no me permitían disminuir la marcha. No te cuento todo lo que hice y logré en tus días, ya lo sabes, eso me gusta de ustedes, que de antemano saben lo que nos traerán, finalmente dependerá de nuestras decisiones o de cuanto esfuerzo le pongamos, pero me gusta que lleguen con algunas pautas y que seamos nosotros los que adelantemos o atrasemos los acontecimientos, con nuestros temores o bravuras.

Gracias 2008, me dejas mucho. Ahora veamos lo que los demás quieran decirte, habrá quienes como yo piensen que has sido un año especial y habrá quienes quieran arrancar con ansias tu última hoja o lanzarte completito por la ventana.

Con tu hermano, el que viene, me daré una conversadita en privado, aquí solo le digo: Bienvenido 2009!!! Agárrate, que allá voy!


Consejos para el Verano 2009 ☼ ツ



(*) Esto es tema para otro post y aquí lo registro ante iEVELTdecopi.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Manifiesto AntiNavidad (que quedó en mero intento)

Algunos de los párrafos aquí contenidos provienen de parte de los 43 comentarios que dejé hace exactamente un año en el blog El Club de lo Insólito cuando se trató el tema ¿Cómo saber si he recibido un milagro? No creo repetirme a mí mismo hoy ni que esto sea un refrito puesto que el contexto es otro: en aquella ocasión el tema central fueron los eventos ‘sobrenaturales’ y hoy es el significado de la Navidad. Ignoro hasta que punto el tema pueda resultar interesante para alguno de ustedes (sé al menos de antemano que habrá quien ponga su cara de puñete porque le aburre lo que hablo y escribo – se agradece su honestidad), pero, si es así, recomiendo una rápida lectura a los argumentos usados en aquella ocasión en el post y enlace mencionados.

Ofrezco mis excusas porque a mitad de post me voy por las ramas en una digresión propia mía y me detengo a analizar el origen de mi ateísmo.

Hace un mes – exactamente el viernes anterior a la celebración de Acción de Gracias en la última semana de noviembre - la subdirectora de mi escuela me preguntaba (nuevamente, pues ya es el segundo año seguido) que haría por Thanksgiving… segundos antes de retractarse ella misma, sonreir medio avergonzada y recapitular ‘Es verdad que tú no celebras, J… pero fíjate que más que un día religioso es un pretexto para comer mucho’.

La profesora de educación física me invitó a pasar ese día con ella y su esposo cuando supo que en aquella fecha yo andaría en casa viendo tele o navegando en el internet. ‘J…, mis hijos ya están grandes y no es una jornada para que estés solo. Además, no le damos ningún significado sagrado, solo comemos y vemos películas’. Insistió en que tome nota de su número telefónico, pero yo ya sabía de antemano que no llamaría a nadie en aquella semana de vacaciones (además, mis dos roommates se fueron de vacaciones a México y me dejaron más Solano que el que juega en Grecia ahora).

Ambas (la subdirectora y la maestra) saben perfectamente – ahora – que, además de la fecha mencionada, mi mayor actitud antifiestas es a la Navidad y a todo lo que ella significa realmente.

Lo más irónico es darme cuenta que en mis últimos años he visto expresiones por todos lados que me dejan un mensaje grande: yo le doy mayor significado a las fechas sagradas que muchos de los mismos creyentes… o, en todo caso, soy mucho más consecuente con mis creencias (al menos las que son realmente profundas y personales) que quienes profesan una fe. No voy a empezar con la clásica y consabida crítica hacia la gente que no presta especial interés a la venida del ‘Mesías’ para preocuparse más bien por los regalitos, el arbolito y los adornos porque no me causa interés en lo que se fije otra gente acerca de una fecha que no me interesa a mí.
(Parentesis: Esta espectacular parodia de Seth MacFarlane, creador de Family Guy, muestra a Jesus burlandose de Visnu - segunda deidad de la trimurti hindu y conservador de la creacion - porque 'parece que cada casa en America - osea EE.UU. - tiene adornos para celebrar MI cumpleanhos... donde estan los adornos para celebrar TU cumpleanhos? Quizas en India?... No?' Ya se imaginaran que se desato una 'Guerra Santa' en Youtube - donde, logicamente, participe hace algunos dias - puesto que muchos sintieron que se insultaba a Jesus, otros que se hacia burla del hinduismo y, en general, se dieron muchas lecturas al video. Cual es la mia? Simple: el cristianismo es una de las religiones con mas parafernalia que la aleja de su sentido espiritual original)




Cuando me senté frente a la computadora pensé que este sería un verdadero manifiesto y que podría explicar ampliamente en un corto post el por qué de mi – más que indiferencia a estas fechas – ateismo como generador y factor principal en este tema. Reconozco que fui un soberbio conmigo mismo y con ustedes al creer que eso sería posible sin un debate. ¿Cómo resumir en poco párrafos los motivos de mi paso de niño y púber católico a adolescente agnóstico para terminar siendo un adulto ateo? (y ojo que autoproclamarse ateo en un país tan cristiano y conservador como al que me vine a vivir es tan subversivo como quemar una bandera estadounidense en una reunión de republicanos).

(Nota mental: No quiero ni puedo caer en contradicciones al afirmar alegremente que fui un niño católico puesto que estoy ampliamente de acuerdo con Richard Dawkins, quien en su genial obra The God Delusion señala que es absolutamente incorrecto referirse a los niños como 'un niño cristiano' o 'una niña musulmana' o 'un niño hinduista'. ¡ERROR! Se debe decir 'un niño de padres cristianos' o 'una niña de padres musulmanes', etc. porque precisamente a tierna edad ellos no saben discriminar las razones por las cuales aceptan una fe. Seria una rocaza tan grande como llamar a un infante 'un niño republicano', 'un niño demócrata' o entre nosotros 'un niño aprista'.

Lo que ocurre es que la gran mayoría de seres humanos en el Perú son 'hijos de padres cristianos' que luego se 'gradúan' de 'hombres cristianos').

Yo soy uno de aquellos pocos ‘graduados’ que se alejó de su ‘alma mater’ entonces. ¿Cómo empezó todo? Supongo que siendo un temprano y fanático lector de la mitología griega (seguida posteriormente por la romana, hindú, egipcia, escandinava y finlandesa). Creo que preguntándole a mi madre ‘¿Dios se ofenderá porque estoy leyendo sobre dioses de otras partes?’… a lo que tengo que agradecerle completamente el hecho que siempre me haya puesto en claro que la cultura es un atributo humano y no una falta.

Pregunta inicial que me hice de niño: ¿Por qué nosotros tenemos la razón sobre Dios y ellos no? Recuerdo perfectamente el día que aprendí que había protestantes en el mundo (mi mundo era Lima), específicamente mormones (el cine Varela se había transformado en una iglesia de los seguidores de Joseph Smith Jr.), y el horror que sentí al saber que había ‘gente rara’ que creía en Jesús pero no en la Virgen ni en los Santos (bueno, recuerden que siempre estudié en el cole Salesiano de Breña). ¿Qué les pasa?

Siguiente pregunta: ¿Por qué tanta gente está equivocada sobre Dios y no creen lo que creemos nosotros? ¿Por qué hay musulmanes, budistas, hinduistas, taoístas, confucionistas, judíos, cristianos protestantes (testigos de Jehová, mormones, pentecostales, presbiterianos, metodistas, anglicanos, etc.) repartidos en el mundo?

La última interrogante se cayó de madura: ¿No seremos nosotros quienes estemos equivocados?, que finalmente degeneró en ¿No será que todas las religiones están erradas precisamente porque fallan en la misma premisa, es decir la existencia de Dios?

Y las preguntas no dejaron de tocar la puerta: ¿Hay un solo Dios? ¿Hay acaso un Dios? ¿Por qué aceptamos lo que dice el Papa en materia de fe? ¿Por qué en la Biblia los hebreos representan a las divinidades de los pueblos vecinos – Babilonia, Persia - como demonios? (ver las primeras escenas de El exorcista, durante la excavación en Irak, y verán a lo que me refiero). ¿Qué habría pasado si es que Enrique VIII hubiese obtenido su divorcio de la reina Catalina (hija de los Reyes Católicos de España) del Papa Clemente VII, tal cual era su deseo y no se hubiese autoproclamado nueva cabeza de la Iglesia en Inglaterra? ¿Quizás habrían llegado a territorios norteamericanos más católicos y menos protestantes? ¿Qué habría pasado si es que hace 500 años nuestras regiones no hubiesen sido conquistadas y evangelizadas por españoles y portugueses, sino, por ejemplo, por árabes seguidores de Mahoma? ¿Qué credo estaríamos defendiendo hoy?

Dejo allí este punto – pienso volver a la hora de los comentarios - para volcarme otra vez a la Navidad.

Conozco muchos ateos y agnósticos que celebran la Navidad, pero yo no los celebro a ellos. Mejor dicho, no tienen mi respeto. Son personas que están exactamente en el mismo nivel de los creyentes que compiten para ver quien tiene su casa mejor arreglada o quien hace el mejor regalo. Se llenan la boca diciendo que, aunque no crean en Dios, hay que rescatar lo mejor de estas fechas: amor, paz y estar con la familia y los seres queridos… o sea un mamarracho de ideales falsos. ¿Por qué? ¡Hipócritas! ¡Esos deseos de bienestar deben perdurar todo el año! No soy enemigo de dedicar un día al amor en especial (porque alguien puede salir a decirme, con razón, que según el mismo criterio no debería haber día de la madre o del padre puesto que hay que amarlos todo el año) pero sí que sea la única oportunidad - para millares de gentes – en que se comparta un abrazo o se piense en los que tienen menos.

Repito, es simplemente cuestión de ser consecuente con lo que uno cree de manera más firme. No voy a celebrar el cumpleaños de Jesús, pues aunque considero que fue un ser humano extraordinario con un poder de liderazgo remarcable, una oratoria fundamental, un sentido de la moral y la ética prodigiosos, un hombre admirable desde todo punto de vista y alguien que amó demasiado a sus semejantes (especialmente a los más pequeños, a los enfermos y a los desvalidos), sé que fue uno más y que de divino no tuvo nada (a no ser que usemos la palabra de manera muy coloquial).

Y es que hubo otros como él, solo que en latitudes, tiempos y contextos distintos. ¿Nombres? Sidharta Gautama (el Buda), Confucio, Mahoma, Zoroastro, etc. Al igual que Jesús, ellos llegaron con un espectacular discurso que tuvo sentido para sus seguidores.

Por eso no doy regalos ni los recibo en Navidad. Porque trato de no ser hipócrita.

Esa es mi razón y no es absoluta ni universal. Es mi verdad y, como buen relativista, sé lo arriesgado que es usar esa palabra. Espero que compartan también la suya si fueran tan amables. ¿Qué significa esta fecha para ustedes?

J

Sé que salió muy denso. Prometo videos en pocas horas. Yo mismo necesito hacer algo light right now para abandonar este dolor de cabeza y de espaldas… pero el apasionamiento y la satisfacción de poder escribir sobre este tema es algo que nadie me lo quita.



martes, 23 de diciembre de 2008

¿Era Rodolfo un reno?


No sé porqué me gusta la Navidad, a pesar de tener bien desarro- llado mi Grinch interior, que surge desde más o menos octubre cuando empiezo a ver toda la parafernalia navideña -¿En octubre?? Habrase visto! – y comienza el cautivante desfile de vitrinas todas adornadas de rojo y verde cada cual más impresionante entusiasmándonos con su mejor espíritu comercial.

Cuando era niña, no se le daba tanta importancia a las vitrinas, los juguetes que teníamos no eran tan elaborados como los de ahora y por supuesto la variedad no era la misma, las opciones que teníamos eran pocas en comparación de las actuales, no nos entusiasmaba Papá Noel porque sabíamos que no existía, sabíamos que nuestros padres eran los que nos daban los presentes de acuerdo a sus posibilidades. Aún con todo yo sí creía que algún día Papá Noel aparecería por mi casa (no había chimenea) pero se las ingeniaría para entrar por algún lado y me daría a mí, solo a mí, la dicha de verlo en persona y alucinaba, en los días previos, que me llevaría en su trineo a ayudarlo a repartir regalos por todo el mundo y - como en las películas – me regresaba a casa sin que mis padres se dieran cuenta.

En esta época en que el poderío comercial abunda, los niños no saben de otra cosa sino pedir quiero tal y cual, por ejemplo mi hijo al que adoro, luego de su cumpleaños en octubre ya sabe qué quiere de regalo de navidad, o sea ninguna magia, nada de sorpresa, claro la única sorpresa es que yo le haya comprado lo que él pidió, eso no tiene mucho de emocionante. Emocionante fue la navidad cuando tenía 10 u 11 años, esa sí que fue emocionante; acababan de salir al mercado los muñecos chicho bello, bueno yo quería uno de esos y juraba y rejuraba que me darían uno de regalo, en esa época vivíamos en Cuajone y estábamos a más de mil kilómetros de nuestra familia, entonces nos reuníamos entre varias familias y se celebraba en una casa diferente cada año y éramos una horda de chiquillos histéricos gritando y vociferando por toda la casa mientras los padres abrían el apetito con unos traguitos, a las doce de la noche nos llamaban a todos (se supone nos despertaban) para abrir los regalos, primero le tocó a la hija de un amigo de mi papá, ella recibió su famoso muñeco le sacaba el chupón y lloraba, yo esperaba emocionada a que llegara mi turno. Primero fue mi hermano, a él le llegó un trencito a pilas que daba vueltas sobre sus rieles, entonces mientras la emoción se apoderaba de mí, mis ojos brillaban con el brillo del deseo concedido, mi sonrisa parecía imposible de ser borrada de mi rostro al abrir mi regalo, que emoción me dije, rompí el papel con furia y la sonrisa se me cayó de un solo chispazo, no era el anhelado muñeco, era sólo un muñeco de peluche que al darle vuelta emitía un chillido, volteé hacia mi papá con el rostro lleno de lágrimas, tiré el muñeco al piso delante de todas las personas y le dije ¡yo no quería eso! ¡Malo no quería eso! Mi padre solo atinó a castigarme y enojarse conmigo y enmendar su "error" el año siguiente. Hoy después de tantos años que han pasado, hubiera querido que mi padre sí fuera Papá Noel, pero también hubiera querido poder entender lo que significo para el que yo lo mirara con tremenda desilusión y decepción, hubiera querido entender también que hay muchos niños que no tienen un techo más que las estrellas, que no tienen más que llevarse a la boca que un pan duro de días pasados, que no tienen más cama que un cartón frío y a veces húmedo. Entender que la felicidad no se encuentra en el regalo más grande, más vistoso, más opulento sino en cosas más simples, más sencillas, menos aparentes y más duraderas, como un gesto amable, un abrazo sincero, una caricia a tiempo. Hoy aprecio más eso que todo el dinero del mundo, y he logrado entender a estas alturas de mi vida que no es necesario ser el centro del universo y que todos me vean, es más importante serlo aunque no todos lo puedan apreciar.
Por la nostalgia, las alegrías, las tristezas, las cosas buenas, las no tan buenas, por la locura de las compras, el desenfreno de la temporada, por tantas cosas me encanta la temporada navideña (ahí mi grinch interior hace una pausa y se toma un valium), más que por lo que me den de regalos, por lo que yo puedo dar; me encanta regalar, no cosas valiosas materialmente sino cosas que dejen una, quizá pequeñísima, pero imborrable huellita en cada quien a quien aprecio. Deberíamos hacer una navidad cada mes, cada semana o cada día, sin las imposiciones comerciales ni el puritanismo religioso que envuelve estas fechas, sino los afectos sinceros y las ganas de dar. Vamos, anímensen a mostrarse tal cual son, a darse tal cual son, a que los quieran sin caretas, sin máscaras, sin maquillaje (menos yo porque estoy muy blanca), decídanse a dar aunque no reciban mucho a cambio, les aseguro que se siente mejor y es más beneficioso. Yo les quiero y aprecio a todos y cada uno, aún a los que aún no he visto sus caras pero sí he podido leer sus mensajes, así como nos conocimos de la manera más extraña mostrando nuestras carencias, nuestros bajos instintos, nuestras manías, frustraciones, rarezas, pues así somos y nos apreciamos, dejemos que nos aprecie el mundo, con fallas, rasguños, remiendos, porque así somos y que bueno que así seamos.

Queridos atormentados a los que creen y a los que no creen en la Navidad solo les deseo lo mejor y les agradezco porque seguimos aquí y porque somos una fabulosa freak comunity y porque llegamos en el momento oportuno y nos conocimos en el tiempo justo.

Grandes besos y felicidad a borbotones.

martes, 16 de diciembre de 2008

Borrador II

Me siento a tomar un café con la esperanza de tener un momento para pensar sin mayores distracciones... Algo me está pasando pues yo no suelo pensar, es una actividad bastante peligrosa y de consecuencias casi casi desastrosas... Sin embargo, aquí estoy con mi capuchino en una mano (la derecha) y mi lapicero en la otra (la izquierda) y ocurre lo inevitable: pienso...

¿Y en qué pienso? Pienso en la manera como se acelera mi ritmo cardíaco cuando evoco al Contacto, objeto de mis obsesiones, pienso si la intensidad con la que menciono su nombre casi todas las noches le provoca, a la distancia, alguna sensación, como si supiera que en algún lugar su presencia es tremendamente necesaria... Necesaria para mí...

Pienso que a mis 23 años, la ausencia total de ciertas actividades ha influido bastante en mi manera de ser y pienso que quizás esa ausencia tarde o temprano me jugará una mala pasada y mi faceta de desaforada domine la escena llevándome al desenfreno total y de pronto se me ocurre que eso no estaría del todo mal... Reacciono, veo mi taza de café casi vacía y caigo en cuenta que el liquido ya está surtiendo su conocido efecto en mis hormonas...

Pienso en la canción que ha captado mi atención en estos días, la letra grafica muy bien mi situación y me pregunto si alguna vez tendré el valor suficiente para, bebida en mano, perder mi discreción y hacer lo que dice el coro...

Pienso en EVELT y en cómo se convirtió, en poco tiempo, en parte esencial de mi rutina... unos ocho meses de conocer la existencia del blog, siete de dejar mi primer comentario y cinco de conocer a algunos miembros. Todo un récord para mí, ya que suelo ser reacia a conocer gente nueva; en realidad soy reacia a casi todo tipo de cambio y ese era un cambio medio radical, esta vez tuve suerte y me tocó caer en un grupo interesante... Curiosamente solo tres personas saben de mi participación en tan chévere asunto y creo que así permanecerá...

Pienso, otra vez, en el Contacto, hace nueve años que nos conocemos y, en todo ese tiempo, nunca hubo algún indicio de que le interesara algo más que una amistad (una buena amistad) conmigo... Eso ya está con etiqueta de "imposible" y la idea no me anima (¿Ven lo jodido q es pensar?)... Pienso en que tan mala idea puede ser sincerarme con el Contacto y decirle que es protagonista de la mayoría de mis alborotos...

Pienso en la actitud que tengo de justificarle todo a todos, es una debilidad que tengo y que suele irritarme en ocasiones porque termino cediendo en cosas con las que no estoy de acuerdo; así me resulta difícil decir que no y eso ya me ha traído problemas, pero no le veo solución inmediata... Y, en ese camino, he llegado a justificar cosas en mí que antes parecían irrealizables y luego de realizadas, irrepetibles, vuelvo a caer en lo mismo y vivo en permanente paranoia y con un sentimiento de culpa tremendo... ¡VEN LO JODIDO QUE ES PENSAR!

Saco conclusiones de ciertas cosas que hacen que me dé cuenta de que necesito algunos cambios y aparte de no gustarme pensar, no me gusta cambiar... ¿Es que necesitaré un psicoanálisis?

viernes, 12 de diciembre de 2008

título tentativo

es que no hay título aún.
bueno, para ser más específica no hay post aún.

resulta que estas son las semanas de los finales del mal. ya solitas ellas son terribles, pero ahora decidieron problematizarme aún más el asunto: esperaron que organice bien mi tiempo.

como yo soy de esas personas que esperan y esperan y esperan y hacen y hacen y hacen, pero cualquier otra cosa menos lo que deberían estar haciendo (mi manía tiene el número 47), resulta que a pesar de tener un tiempito más, no tengo tiempo.

semana particular del mal.
está llena de desesperación, pero una muy "tranquila", que no llega a manifestarse del todo.
una desesperación que salta sobre sí misma, mostrándose, molesta, como un dedo que llama tu atención piqueteándote la espalda...

como ella:


vuelvo en un rato, cuando acabe con el mito de la educación y las señoras ahorristas.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Lilith

"Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer." Génesis 1, 27.

Pocos me conocen; de los que saben de mí, me niegan o mlilithe caracterizan de un modo burdo y absurdo. Todo porque, sin necesidad de manzanas, fui capaz de ser libre y pensante; características que Yahvhé puso en mí y en mi compañero, pero que al poco tiempo se arrepintió, todo por el engreimiento de Adán. La historia comienza el día 6 de la creación, exactamente el viernes 28 de octubre del 4004 a.C.

Mis primeros minutos de vida fueron algo confusos. Observaba todo, olía, tocaba, escuchaba. No sabía quien era, qué hacía ahí. Caminé unos pasos y me crucé con Adán. Claro que tampoco sabía quién era él, pero fue quien más me llamó la atención de todo eso que me rodeaba. Él también me observaba fijamente. Pasamos unos minutos así, hasta que una voz nos sacó del letargo. Era Yahvhé y nos presentó. Él Adán, yo Lilith, y nuestra misión principal sería poblar el mundo. Huelga decir que lo inundamos de preguntas: ¿Quién era él? ¿Quién éramos nosotros? ¿Por qué sintiéndonos iguales nos veíamos con diferencias? ¿Qué es eso de poblar el mundo? ¿Qué es el mundo? ¿Qué es todo esto que nos rodea? En fin, fueron tantas que al final poco nos aclaró y lo único que conseguimos fue agotarlo más. Nos contó que en los últimos días estuvo creando el universo, el mundo, las criaturas, las plantas, a Adán, a mí, en fin, todo; y, por supuesto, quedó exhausto, así que al día siguiente descansaría y que no lo molestáramos. Le iba a preguntar qué era eso de los días, pero se me adelantó y me respondió. Tranquila Lilith, no necesitas preguntarme todo, muchas cosas las aprenderás por ti misma. Eso me dejó algo tranquila y, además, la presencia de Adán me perturbaba, y la mía a él.

Empezamos a caminar sin decir palabra alguna, mirábamos alrededor pero siempre nuestras miradas terminaban cruzándose. No sé qué fue, pero me empecé a reír como loca. Él solo me observaba algo extrañado y yo no podía dejar las carcajadas, sentía una felicidad infinita. Seguía en mi asunto hasta que Adán me toma de la cintura y me empieza a besar. Sentí su piel tan cálida que todo se me nubló, me echa sobre el pasto, me queda observando, y no necesito ser explícita para que sepan lo que continúa.

Los días pasaron así. Caminando, riendo, comiendo, poniéndole nombres a los animales y plantas (actividad que me encantaba), hasta que el ritual se repetía: me tomaba de la cintura, me besaba, me echaba, subía sobre mí y llegaba el mejor momento del día.

Un día, para darle una sorpresa y demostrarle lo mucho que me gustaba ese juego, decidí ser yo quien tomara la iniciativa y, mientras decía a eso lo llamaremos armadillo, lo cogí por la cintura y lo empecé a besar. Su reacción, muy por el contrario de lo que yo creía y esperaba, fue de rechazo. Le molestó no ser él quien empieza. Incluso se sintió atacado. Traté de explicarle mi intención, pero nada. Y fue mi primer día triste en este mundo.

Por suerte al día siguiente la molestia había pasado, y seguimos como en los día anteriores. Al cuarto día, me provocó ser quien estuviera arriba; por un lado, siempre es bueno variar, pensé; y por otro, quería ver y sentir desde la posición de Adán. Se lo propuse. Me rechazó por segunda vez. No entendía bien que pasaba. Sus razones me parecían sin sentido. Soy el macho y el macho siempre va arriba, soy el macho y es el que guía, el que elige, el que decide. Le explique que no éramos como las demás criaturas, que Yahvhé nos había dado entendimiento, decisión, libertad y... Y no pude acabar, se retiró enfurecido dejándome con la palabra en la boca. Llamé a Yahvhé a gritos para explicarle lo sucedido, para que hable con Adán, para que resuelva esto. Tonta yo que no me percaté que él todo lo ve, todo lo oye, todo lo sabe, que ya sabía lo que pasaba, que permitía que eso pase. Me escuchó pacientemente, hasta que se pronunció.

Tranquilízate Lilith, compréndelo, en él confío el destino del mundo, está un poco aturdido con tan grande empresa, solo es eso, y tú con tus requerimientos no haces más que complicarle las cosas, anda, discúlpate con él, dile que lo sientes, que no volverá a suceder, pero que recuerde que tú también quieres algunas cosas, que no se olvide de eso, y que lo agregue a los juegos, pero no lo presiones más. Soy tan igual que él, nos has creado a tu imagen y semejanza, ambos venimos del barro, por qué tengo que actuar a su voluntad. Lilith eres caprichosa, no lo escuchas y pides que te escuche. Sí lo he escuchado y sus razones no me parecen válidas. Pero eres mujer, no lo olvides, él es varón. Somos hombre, tú nos creaste así, varón y mujer para multiplicarnos, no para que uno sojuzgue al otro. Te pareces a esos ángeles caídos que todo lo cuestionan, anda donde Adán, reconoce que te has equivocado y no cuestiones ni a tu dios ni a tu hombre. ¿Para eso me das entendimiento, inteligencia, libertad?, ¿para obedecer ciegamente? Aprende de Adán que tiene lo mismo que tú y sabe como comportarse. Por eso mismo, porque tiene lo mismo que yo, es que quiero que ambos decidamos, que ambos seamos unidad, no que uno esté siempre sobre el otro. En mal momento se me ocurrió darles esos dones de los que ahora te sientes orgullosa tener. Si te arrepientes es tu problema, yo no puedo soportarlos más, me voy de aquí, lejos de Adán, lejos de ti, para que no me traten como un títere. Si sales de El Edén serás castigada. ¿Qué peor castigo puedo tener que vivir bajo el mando de un hombre que no es capaz de hacer uso de la inteligencia que le fue dada? No conoces de mi furia, ya muchos la padecen y vagan sufriendo lejos de este paraíso. Pues me voy con ellos...

Y me fui con ellos, junto al Mar Rojo, donde -si bien conocí el sufrimiento y la furia de Yahvhé- soy feliz. Con una existencia a veces miserable, pero feliz, porque decido por mí, porque soy realmente libre.

De Adán, solo sé que murió como 900 años después de este episodio, que le consiguieron una hembra a su medida a partir de una costilla. Que tuvieron descendencia. Que esa raza hoy puebla el mundo. Que el mundo, transcurridos 6012 años, es lo más triste que hay.

J^P

viernes, 5 de diciembre de 2008

Busco Libro

¿En qué momento de tu vida decides que te gusta más estar solo en tu cuarto leyendo un libro en vez de quedarte sentado toda la tarde frente al televisor? Cuando era niño nadie me obligó a coger un libro y mientras mis compañeros se entretenían contando los capítulos de los dibujos animados del día anterior yo me aburría buscando a alguien que leyera tanto como yo. En quinto de primaria me prestaba en la biblioteca del colegio los libros de tres en tres. Echado en mi cama si me cansaba de leer uno cogía el otro y así sucesivamente hasta terminarlos. De esta manera devoré la colección completa de unos libros de tapa naranja pero a cambio recibí una reprimenda de la secretaria de la biblioteca cuándo descubrió mi particular forma de leer. Siempre pensé que esa tipa tenía cara de amargada.

Luego pasaron por mis manos los libros de tapa verde de la colección de "Grandes Aventuras" de Oveja Negra, aunque no todos capturaron mi atención (lo siento Julio Verne, no me caes bien). En secundaria cogí los clásicos: “Cien años de soledad” (“Apártense vacas que la vida es corta”) , “La casa de Bernarda Alba” (“El lupanar lo dejo para alguna mujer ya difunta”), “Un mundo para Julius” (“No hay nada peor que un serrano digno”) y la colección de cuentos de “La palabra del mudo” a la cual podría dedicarle el post entero.

De niño también era aficionado a ver películas de terror y siempre me había quedado la espina de saber porque las mejores películas siempre estaban basadas en historias de Stephen King. La intriga aumentó cuando me prestaron “El Resplandor” que me tuvo noches en vela pensando en la desgracia del pobre Jack Torrance. Para mayor trauma era una edición traducida al alemán. Por eso cuando comencé a trabajar, pude disponer de mi propio dinero y comprar cualquier libro que veía de este autor. Uno tras otro fueron ocupando el lugar de honor en mi estante. Y así como encontré verdaderas joyas (“Salem’s Lot”, “Desperation”,"Dolores Clairborne"."Night Shift" ) también me tropecé con lamentables decepciones (“Insomnia”, ”Dreamcatcher”, “The Regulators”). Pero en mi ranking el primer lugar lo ocupa un libro que me capturó desde la primera hasta la última página: “It” (“Eso”)

Esta pesadilla de 1500 páginas es la obra maestra de Stephen King y no creo que pueda escribir un libro mejor. "It" es la historia de un pueblo maldito, Derry, dónde habita una entidad que cada 25 años despierta de su letargo para atacar despiadadamente a los niños enfrentándolo con sus temores más profundos. La maestria de la historia radica en que no es narrada en forma lineal sino que haciendo uso del recurso del flashback parte de las narraciones de cada uno de los protagonistas ya adultos para desarrollar la historia y llegar al clásico enfrentamiento del bien contra el mal. No puedo encontrar las palabras adecuadas para describir lo genial que es la parte final de libro pero si puedo decir que digno de un maestro del suspenso como Stephen King.

Este libro, el mejor de mi biblioteca y el que nunca prestaría, fue dedicado hace diez años por E. Me imagino que usó tinta indeleble porque la rúbrica se lee tan nítida como si la hubiera escrito ayer. Tal vez un poco de goma en barra sea suficiente para desaparecer el único recuerdo físico que guardo de ella (Aparte del oso que canta cuando le aprietas la garrita, el Agumon, el reloj, etc. ¡Damn! Parece que aún tengo varios). Si no, recordaré lo que dice el Jaguar en "La ciudad y los perros": Presta una gillete y verás, no se notará nada. Si se pudiera hacer lo mismo con los recuerdos la vida sería ideal.

martes, 2 de diciembre de 2008

Un día más

Empieza pusilánime. Como pidiendo permiso, temerosamente. Se desliza como una serpiente con el veneno goteando de los colmillos, dispuesta a atacar. Con su naturaleza viperina se aproxima lentamente. Aunque sin zigzaguear, va llegando a su destino. Es su función, su naturaleza. Cada mañana ataca en toda dirección y a cada segundo, consiguiendo una víctima nueva. Nueva y conocida, pues cada mañana todas las víctimas vuelven a caer, cíclicamente. Es como algo mecánico que nunca debe cambiar. Como si el ente solipsista que determina su existencia gozara infinitamente en ese sufrimiento. Sin embargo, esa mañana no fue igual, no para X. Cuando lo alcanzó el rayo de luz a través de las persianas de la habitación, pobremente amoblada y - sólo por eso - extremadamente ordenada, y lo despertó. Lo primero que vino a su mente es que el caos es síntoma de libertad. Vio su habitación e hizo un rápido repaso a sus últimos años y a sus actividades diarias y se sintió más muerto que nunca. Sus ojos se sintieron especialmente cansados, milenariamente cansados…Como si supiera que algo iba a pasar…


No quiero pensar mil veces las mismas cosas, ni contemplarlas sabiamente… Quiero que me trates, suavementeEs curioso que suene esa canción justo esta noche, pensó X. Justo hoy. Recogía sus cosas mientras miraba desde uno de los pisos más altos al vacío. A la nada. A esas luces de colores –principalmente rojos, blancos y verdes – que la noche agitaba. Esposos adúlteros. Violadores en potencia. Ladrones. Coimeros. Lo peor de la sociedad se movía con esas luces. Y le gustaba sentirse encima de ellos. Disfrutaba sentirse sobre ellos, aunque sea instantes. Era un ritual… Sólo que hoy es diferente, pensó.

Apagó el interruptor, volteando en ese instante a ver el otro extremo de la oficina. Las luces de los fluorescentes caían como fichas de dominó, dejando lentamente todo oscuro, lujuriosamente oscuro…como después de recibir el rayo de luz. Y ahí tomó la decisión. Sin más…sin ir a otro lado. Se dio cuenta que lo quería y que sería ahí mismo…Se dio cuenta que no podría ser de otra forma, que era lo que había sentido diferente esa mañana, cuando el rayo de luz se coló por las persianas con su hálito asesino…

Oscuro. Deliciosamente oscuro. Las pupilas, dilatadas hasta el dolor, se esfuerzan vanamente. Innecesariamente. Lo disfruta, lo quiere, lo desea, lo necesita más que la vida misma o el aire que, aún, respira… En ese instante no recuerda exactamente cómo llegó a ese punto. En ese instante trata -angustiado- de recordar algo, de acariciar algo con la mente… Y es por esa misma angustia, no se da cuenta que ve un destello. Último. Imperceptible aún si hubiera estado atento. Quedan las pupilas. Vacías como siempre… sólo que ahora está clínicamente muerto…

Pasan dos días. Suenan las doce de la noche. El resto del mundo sigue con su vida. Celebran Navidad. Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, se saludan, afectuosamente algunos, hipócritamente… casi todos. Y, definitivamente, nadie extraña a X… Es como si nunca hubiera pasado por acá, como si no hubiera nacido de un vientre… Al menos hasta después de las vacaciones navideñas en que, por un par de días, será noticia. Y luego, todo regresará a la normalidad y X seguirá muerto como siempre, seguirá en el olvido… Mientras tanto, todos los días, ese rayo de luz cobrará a todas sus mismas víctimas y de vez en cuando elegirá una, sólo una para un despertar final...

lunes, 1 de diciembre de 2008

Un pie en Lima y otro en Melmac

Inclinó el vaso hacia sí y restregó lo que quedaba de su suspiro.

“Tráeme la cuenta, please”, pide indiferente, sin dejar de golpetear el suelo frenéticamente con su talón derecho. Saca su celular del bolsillo, lo abre y observa por unos instantes, busca en la libreta de direcciones e intempestivamente presiona cancelar dos veces, lo cierra, lo coloca sobre la mesa y se queda mirándolo amenazante, apoyando los codos, con los dedos entrelazados y la pierna nerviosa.

Mira su reloj, 6:25, y el teléfono empieza a vibrar al ritmo de “Take on me”. Su corazón da un vuelco y en segundo y medio siente una estampida de agujitas al rojo recorrer su cuerpo sitemáticamente, comenzando en un punto en su frente y abriéndose hacia abajo y adentro, pasando detrás de sus ojos y cerrándose hacia su nuca, volviéndose a abrir en sus hombros hacia la cara interna de sus brazos y un punto de su cérvix y punzando como tatuadora desbocada sus muslos y el reverso de sus rodillas.

La pierna para en seco. Con una rapidez ofídica, toma el celular y lo acerca hacia sí de una pieza, con el pulgar izquierdo
expectante sobre el botón verde y el resto de la mano sujetándolo firmemente, como si con sus vibraciones tratase de liberarse, gimiendo suplicante que se habría ido en un día o dos.

“Qué, ¿no vas a contestar?”

Levanta la mirada y, no sin algo de esfuerzo, enfoca un rostro sonriente que identifica de inmediato como la responsable de su sobrepeso. Le devuelve la sonrisa.

“¿Ah?”

La dueña del local, todavía sonriendo deja la bandeja con el recibo y regresa detrás del mostrador meneando la cabeza. No se dio cuenta de a qué hora se tranquilizó el celular, pero en todo caso, agradecía estar de vuelta en esa mesita de individuales verdes, en el mundo de verdad. Se incorpora lentamente y saca de su billetera rosa de amapolas un billete de S/.10, lo coloca en la bandeja y junto con su taza y la cuchara la coloca sobre el mostrador. Se despide, acomoda su silla, toma el vaso vacío y lo deposita en un basurerito verde diminuto a la entrada del local, al lado
de una maceta con una palmerita alegrona.

Cruza las rejas verdes a un piso de losetas rojas muy gastadas y camina en línea recta hacia la vereda. Siente una briza fría juguetear con sus pestañas y se hace consciente del ruido de la avenida abarrotada, como si siempre hubiese estado así. A través de los vidrios de una 21 alcanza a ver una ligera bruma sobre el parque Reducto. Algunos autos ya tienen las luces prendidas. Pone un pie sobre la pista e inmediatamente siente el tibio vaho del aliento de los motores, bramando cadenciosamente. Un Bugs Bunny disfrazado de beisbolista, mostrándole un escorpión en el índice, le pide que no envidie su progreso.

Ya del otro lado de la avenida y al pasillo de la segunda fila de una lata de sardinas, a la que sintió haber sido metida a la fuerza, sólo tenía mente para él. Para su afilada nariz y sus cejas chistosas, para sus venitas al trasluz de la p
iel de sus manos y sus ojos de libro abierto que le decían siempre sí, ¡pero nunca cuándo!

Por el momento sólo debería conformarse con ver su nombre en el menú de llamadas perdidas de su celular. De su celular…


“¡¡Mi celular!!”