Sexo, locura y amistad

Dicen que los problemas psiquiátricos son peores en las mujeres que los hombres. No lo creo. O mejor dicho, no lo creía, hasta que la conocí. Sí, típico nombre angelical, y típico ‘status quo’ de yo soy diferente que el mundo… En fin, una chica alucinada más, nada digno de escribir en un post (claro, si es que tuviera un blog). Hasta que ocurrió aquella cena…

Yo la escuchaba, como normalmente escucho a todas las personas que me parecen inteligentes, con una atención divertida y escurridiza. Era como ver a una, cómo decirlo, ‘calabacita inteligente’. Digamos que es como una top model académica, mayor que yo, maestrías, estudios de doctorado, fanática de la música clásica, odia a Ludwig ama a Johan Sebastian, detesta lo común, y por supuesto está ‘in’ con la moda. Un buen prospecto a simple vista. Un desastre en el fondo.

La esquizofrenia y la ansiedad, joden y deambulan por el mundo cada vez más. La gente se encierra en sus abstracciones y soledades, sus miedos y obsesiones, sus yos y sus no yos. La gente, se pierde de la guía de la normalidad, haciendo que ésta sea cada vez más rara. La gente no sabe qué es, ni hacia dónde va. La gente, ya no busca la felicidad. La gente discurre, sólo porque sí…

Pero ella, a pesar de estar en este rollo esquizofrénico y de ansiedades, quería ser feliz. Y quería jugar a demostrar todas sus intelectualidades. No, no es que estuviera loca, sólo que necesitaba demostrarse a sí misma, que todo lo que sabía realmente servía para algo. Buscó quién la escuche. Y me encontró…

La escuché, había mucha curiosidad de por medio, mucho acá jamás va a pasar nada, es interesante ver cómo piensa, y es divertido seguirle la corriente cuando se cree mejor que el mundo, sin que se dé cuenta. Yo feliz, no era una amiga de las que esperas, más bien era una amiga de las que no imaginas, así que a seguir con el ‘character tracking’. Sin embargo, ella continuaba entrando, sin que yo me diera cuenta, en un estado de pensamientos ansiosos y repetitivos brutales. Las conversaciones interesantes del inicio se tornaron, poco a poco, en pérfidas, oscuras, ¡maquiavélicas!. Como que ella, ya no sólo jugaba a tratar de controlarme, sino que tenía la seguridad de que lo hacía… Le dije que era mi amiga, pero que no quería nada con ella.

La venganza fue cruenta. Para mí ya estaba pasado de moda, que una mujer se obsesione con alguien que la rechace, o sea, es muy de los 80’s. Pero creo que ella no lo sabía, o quizás sí, pero la ansiedad le jugó una mala pasada. Siguió allí, detrás mío, diciéndome que ‘ella’ era como una droga y que ‘yo’ no la podía dejar. Le dije que definitivamente no podíamos seguir hablando y que me iba de viaje. Me siguió. De lo más normal y relajada, me llamó y me invitó a cenar, era tal su cambio de actitud, como diciendo, tú eres mi amigo y yo tampoco quiero nada contigo, sólo quiero conversar como antes lo hacíamos, que acepté su invitación (sí, era obvia la mentira, pero la curiosidad pudo más)…

La cena estuvo divertida, mientras fue cena. Los vinos, llegaron y se fueron demasiado rápido. Los albores del alcohol me empujaron a pedirle para ir a bailar. Ella aceptó, a pesar que odiaba cualquier asomo de música popular. Bailamos de la manera más extraña en la que nunca lo hubiera hecho. Los vinos ya no pasaban, desaparecían. Le dije para llevarla a su hotel. No quiso. Llegamos a su hotel. Le dije que me iba al mío. No quiso… Nos besamos, le dije que se duerma. No quiso. Nos acostamos. Tuvimos sexo. Amaneció…

Los días posteriores fueron de desprecio mutuo… El sentimiento de rencor rondaba ardiendo en ambos. Yo no quería verla, ella me odiaba. No obstante, me llamó, me dijo que quería aclarar lo que había pasado. Nos sentamos en un café. Conversamos. Nos olvidamos…

Érase una vez dos amigos, tuvieron sexo, se odiaron, se jodieron… ella le pidió matrimonio. – ‘Creo que si fueras mujer te pediría que te cases conmigo’… Él sonrió, pensando en el esposo de ella… y lo escribió…