Zona roja

Ayer fue un viernes fantástico. Empezando porque no hubo clases gracias a un paro armado; y por la tarde, cumpleaños del Chato. Fue muy divertido porque hubo apagón, y antes de las siete ya todo estaba oscuro, situación ideal para contar esas historia tétricas que hacen temblar al más valiente. De paso, me siento al lado de la chica que me gusta y podemos terminar abrazados.

Huacho es lo máximo, esta ciudad/pueblo o pueblo/ciudad, según se le mire, es ideal: playa, campiña, diversión, comida por montones, e historias, sobre todo historias que contar y escuchar. Bueno, las historias del Gordo. Por ejemplo, la vez que pusieron en el colegio el paquete bomba (que por cierto, solo fue una caja vacía, ¡qué estafa!), la pasamos medio aburridos hasta que nos botaron de las aulas. Pero el Gordo cuenta lo sucedido con tanta espectacularidad que nos alucinábamos unos héroes de guerra en cada ocasión que la oíamos.

Este Gordo es lo máximo para las historias. Yo sí soy malo para contar algo. Y es que nada interesante me había pasado. Ya voy a cumplir 15 años y nada. Incluso la vez que le mandaron la amenaza a mi viejo y nos tuvimos que ir a Paracas me la pasé de lo peor. ¡No había nada ni nadie! Al menos si hubiese sido en el verano algo tendría que contar. Y después de las aventuras del Gordo en Argentina donde se fue su familia (también por este rollo de las amenazas), cualquier historia mía hubiese quedado minimizada.

Este fin de semana pinta muy bien. Además de que ayer no hubo clase y la pasamos súper en el santo del Chato, hoy nos iremos a Barranca. "¡Qué buen fin de semana!" Iremos a Barranca. Me gusta mucho su playa. Además, viajar, aunque sea menos de una hora, es divertido. Y podremos pasar por Supe a comer los tamales más deliciosos que hay.

Salimos y para no aburrirnos en el trayecto, con mi hermano empezamos a jugar a leer las pintas que habían en el camino, el que la leía primero le daba un puñetazo en el brazo al otro. Siempre terminábamos todos moreteados y a mi mamá no le gusta esto. No solo no le gustaba lo de los golpes sino que decía que no era bueno que repitiéramos esas palabras escritas casi siempre con pintura roja. Nos calmamos pero reiniciamos el juego hasta antes de llegar a Supe. Porque ya les dije Supe igual a tamales. Y no solo tamales, ¡los mejores tamales!

Mi papá estaba algo molesto y no quería detenerse. Hace unos minutos nos habían parado unos policías en la carretera y con un billete no nos hicieron mayor problema, pero -igual- le malograron el día al viejo. Le insistimos, sabiendo que nunca da su brazo a torcer, pero -para felicidad de todos- accedió. Así que rumbo a la plaza de armas de Supe Pueblo.

Estacionamos, bajamos, y no sé en que cantidad de eternos segundos cambié. Todas estas palabras que he mencionado, y que no tenía mayor sentido, solo darnos algo de diversión, obtenían un nuevo significado, tal vez, su verdadera dimensión.

Una veloz camioneta se sobrepara delante de nuestro carro, bajan dos encapuchados, se meten a la municipalidad, sacan a un señor, y -en no sé en cuantos eternos segundos- le disparan interminables ráfagas. Son falsas esas escenas de disparos que hay en la tele, ya sé como baila un cuerpo al compás de las balas. Todo es falso. Es indescriptible. Hasta el Gordo hubiese quedado mudo. Todo olía a pólvora. Los sonidos no son como los de las películas. Todo es falso. Todo es silencio. Ellos gritan que eso le pasa a un alcalde que no acata un paro en nombre de la revolución popular y del presidente Gonzalo. Pero no se les oye. Todo es falso. Nunca más quiero faltar a clases por un paro armado. Lanzan papeles, voltean hacia nosotros. Nunca más quiero escuchar una historia de terror en un apagón, ¡esto es un apagón!, a plena luz del día. Huyen -insisto, no sé después de cuantos eternos segundos- dejando una polvareda que nubló todo. Pero era falso, yo veía con una claridad tremenda. He cambiado, no soy el mismo, no quiero leer más pintas. Cae mi madre y todos menos yo acuden a ella. Todo es falso, ¿no será también falsa su caída? Yo soy falso. No puedo quitar la vista de la niña que se acerca al bulto rojo sobre el piso. ¡Ven todo es falso!: hay un silencio sepulcral pero yo escuché sus pasos de carrera loca, sus pasos hasta llegar a su padre y convertirse en parte de ese enorme punto rojo.

J^P