Capítulo I. Después de la decisión
Parte 1
La decisión fue tomada. La utopía estaba casi concluida. El tiempo, qué es el tiempo, el tiempo sólo existe para aquellos que creen que existe. La realidad, las realidades, los universos, los antiuniversos, todo llevado, ya, sin el principio básico de la historia. El albedrío, la individualidad llegaba a su fin. La libertad del todo (aunque minúsculo), estaba cerca.
Han pasado 200 años desde que Trevize tomó la decisión más importante de la historia, aquella que permitía que la filosofía de la unidad desarrollada hace más de 20 mil años, por fin tenga una desembocadura factible y el todo se convierta en real.
El plan psicohistórico de Seldon, continuó de manera increíblemente perfecta en este periodo de tiempo, el inimaginable desarrollo físico, mecánico, genético y neurológico de la primera Fundación estaba en su albor, todo lo que las más fantasiosas mentes podrían imaginar, ya se había realizado, claro, excepto aquello no permitido desde que el eje del tiempo fue tomado por las leyes de la robótica. Sin embargo, todo este desarrollo era un débil paliativo, frente a la evolución casi divina de la segunda Fundación, no sólo podían controlar las mentes, ya sin producir las fisuras detectadas en los cerebros por los equipos neurológicos de la primera Fundación, sino que en su afán evolutivo y finiquitador del plan de Seldon, se impusieron la monumental tarea de controlar las emociones, justo como el Mulo lo hizo (cosa que les va a servir mucho, no contra la primera en una eventual guerra, sino contra el Apocalipsis). Los de la segunda Fundación, además poseían material bélico, capaz de detonar en el momento indicado, cualquier sistema solar con todos sus planetas y habitantes, de tal manera que las crisis Seldon sean creadas en el momento exacto y sin correr los riesgos de otra perturbación como la del Mulo, o un ataque inesperado por alguna facción subversiva de la primera. Todo iba perfecto, la fusión de las Fundaciones, a pesar de no estar concluida aún, iba cerrando el ciclo de un plan creado por un humilde humano hace ya más de 800 años.
Fallon Chandrasekhar III, es un adolescente (en el sentido humano de la palabra) de 14 años, sólo conoce a una persona, al que por ese sentimiento humano que ninguno de los 2 debería poseer, llama padre. Fallon vive en la Luna. Fallon es el tercero de una raza muy especial (los solarios), y aunque ahora está muy cambiado respecto a su padre y mucho más a su abuelo, todavía lleva en algún lugar dentro suyo el resentimiento heredado por lo que no conoce. Fallon, posee una inteligencia única, todo su cuerpo es una obra de bioingeniería hermosa. Es capaz de comprender y controlar cada enlace molecular que posee cada gen, dentro de cada célula, en cada tejido de su cuerpo. Sus órganos, no tienen las funciones humanas en general, sus sistemas son mil veces más eficientes, en el fondo su padre y su abuelo no murieron, se reciclaron en él. Ahora está comprendiendo su organismo a nivel atómico y subatómico, pero cada vez que ingresa más a profundidad, siente que todo se le acaba, un vacío de billones de años aparece. Cuando se trataba de tejidos, células, genes, todo era hasta divertido, crear transductores biológicos, para hacer que la energía haga lo que él deseara a voluntad, se había convertido en un pasatiempo de lo más imprescindible, las energías grandes, como la calorífica, química, mecánica, hidráulica, eran manipuladas como cuando un niño maneja un dado. El problema eran las fundamentales. La concentración era inmensamente mayor, el nivel de dificultad para controlar la energía nuclear fuerte o la débil, era casi imposible para él, incluso con la evolución casi instantánea con la que su cuerpo y mente mejoraba de manera significativa (la máxima velocidad de mutación llegaba a ser de nanosegundos), de acuerdo al algoritmo desarrollado por su padre antes de morir, no podía modificar el sentido de los spin, ni romper o crear enlaces nucleares, su propósito no estaba claro aún, pero sabía que esa era la dirección. El control de la energía electromagnética, estaba casi completo, y la energía gravitatoria, pues no implicaba mayor problema, no era necesaria de controlar, porque tendría que difuminar su cuerpo a lo largo de un sistema estelar, lo cual era totalmente impráctico.
David Penrose, orador de la primera Fundación, sí, de acuerdo a un arreglo matemático especial desarrollado de manera brillante por Alan Guth a los 13 años (lo cual le valió el título de primer orador de la segunda Fundación), el sistema de gobierno en la primera debería orientarse de a pocos al de la segunda con las diferencias sociales que esto implicaba. No habría un comité de 12 oradores, con diferencias al momento de hablar (en el sentido normal de la palabra), sólo habría un orador, el cual debería estar destinado desde antes de su nacimiento. Toda la parafernalia seudodemocrática que implicaban las ecuaciones, era sólo una máscara para que el elegido se convierta en el gobernante de más de 6 billones de billones de habitantes, a lo largo de toda la doble espiral de la Vía Láctea. Había sin embargo un planeta al que sólo un puñado de hombres había llegado. En este planeta, acaba de aterrizar un adolescente de 14 años, capaz de cambiar todo, capaz de iniciar Galaxia. Fallom III había llegado a Gaia.
Franco